martes, 26 de abril de 2011

Lamento de Menón por Diótima- Friedrich Hölderlin.


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Pero tú que ya entonces, en las encrucijadas,
cuando yo zozobraba derrumbado a tus pies, pudiste consolarme
            mostrando algo más bello
y me enseñaste a ver cosas sublimes y a cantar a los dioses,
callando, igual que ellos, como suelen los dioses, vibrando en el
            silencio,
tú, hija de los dioses, ¿te apareces a mí?
¿Me saludas de nuevo igual que antes y conversas de nuevo conmigo
            de las cosas más altas, como entonces?
En tu presencia-mira- no sé hacer más otra cosa que llorar,
incluso si recuerdo aquellos nobles días cuya memoria ahora me
            avergüenza a tu lado.
Pues he vagado tanto, habituado a ti he vagado tanto,
buscándote en senderos opacos de la tierra,
espíritu feliz de nuestra guarda…, pero en vano: los años ya se fueron
detrás de aquellas tardes iguales a presagios cuya lumbre veíamos a
            nuestro alrededor.

domingo, 24 de abril de 2011

Fragmento de "Una chica popular"- F. Scott Fitzgerald.

[...]  
  Pero había un rostro entre la multitud al que no podía aplicarse su generalización. Cuando sus ojos encontraban a Yanci Bowman en medio de los que bailaban, se sentía mucho más joven. Ella era la encarnación de todo lo que faltaba en el baile: gracia juvenil, frescura lánguida y  arrogante, y belleza triste y perecedera, como un recuerdo soñado. Su pareja, uno de esos jóvenes de tez fresca y colorada surcada de rayas blancas, como si le hubieran abofeteado en un día frío, no parecía despertar mucho interés en ella, cuya mirada vagaba aquí y allá, por un grupo, un adorno, una cara, con una melancolía lejana y absorta.

jueves, 7 de abril de 2011

Fragmento de "Crías de gaviota"-Kjell Askildsen.

Remaron unos instantes antes de izar las velas. Soplaba un fuerte viento, y Paul dijo que sería peligroso fijar la vela mayor. Estaba sentado con la escota en la mano, mientras procuraba mantener la barca lo más firme posible contra el viento, con el fin de no tener que virar para atravesar el estrecho. El cabo de la escota le lastimaba la mano. Llegaban ráfagas bastante fuertes, pero no hizo falta aflojar la escota. La ató a la borda y vigiló el mar para que las ráfagas no lo tomaran por sorpresa.
-Hace  justo el viento que nos conviene- gritó a la chica. Ella estaba tumbada boca arriba en la proa mirando las velas.
-Habrá más viento cuando salgamos al estrecho- dijo ella.
-Seguro que sí.
Así  habría que estar siempre, pensó él. Sacó el paquete de tabaco del bolsillo y sostuvo la caña del timón entre el brazo y el cuerpo mientras intentaba liarse un cigarrillo. Tenía los dedos mojados y el papelillo se le rompió. Sacó otro papelillo que también se le rompió. La chica le preguntó si quería que lo hiciera ella. Él le paso el paquete de tabaco.
-Esto es vida-dijo.
-Así habría que estar siempre.
-Sí. Deberíamos hacer siempre lo que nos apetece.
-Para eso hay que tener dinero. No puedes hacer lo que te apetece sin dinero.
-Ya. Eso es lo fastidioso. Y para conseguir dinero tienes que hacer algo que no te apetece, y entonces ya no tiene mucho sentido.
Habían entrado ya en el estrecho. El agua estaba en calma. A ambos lados se erguían altos peñascos pelados. Fuera del estrecho el mar estaba agitado. Tenían el viento en contra, y la chica sacó un remo. Cuando el viento llenó las velas, Paul soltó la escota. El viento empezaba a ser muy fuerte, pero apenas entraba agua en la barca.
-¡Esto es emocionante!- gritó la chica.
-¿Te gusta?
-Ya lo creo.
-¿No tienes miedo?
-Sí, por eso resulta tan emocionante.
-Sí, tal vez. He oído decir que esos indios que se lanzan a una poza de veinte metros de profundidad, una vez que empiezan a hacerlo no pueden dejarlo. Si cada día no hacen algo que pueda costarles la vida, les parece que no han vivido de verdad.
-Hay algo de eso, sí.
-¿Tú crees?
-No lo sé. Parece probable. Tiene que ser divertido estar constantemente salvándote a ti mismo la vida.
Paul mantuvo la barca firme contra el viento. La cuerda le lastimaba la mano. Pensó que siempre es así. Te lo estás pasando muy bien, pero siempre hay algo. Pisó la escota para que no le resultara tan pesado sostenerla. Volvió la cabeza y vio que el estrecho quedaba muy lejos.
-No tenemos muchas posibilidades si la barca tumba- dijo ella.
-Una entre cien.
-Cuando tenía dieciséis años soñaba con morirme dentro de un gran bosque.
-Yo nunca he soñado con morir.
-Yo sí. Eran sueños bonitos. Nadie me había hecho daño, ni estaba enferma.
-Eres muy rara.
-Sí. Todo el mundo lo dice ¿Te parece mal que sea así?
-No.
-Tú también eres raro-
-¿En qué sentido?
-Algunas veces te ríes sin motivo. Cuando mi padre contó lo de ese accidente de tren en Italia, tú te reíste. A mí no me pareció nada divertido. Y cuando luego te preguntó si habías leído algo de Hamsun, también te echaste a reír.
Llegó una ráfaga de viento. La barca se escoró y empezó a entrar bastante agua. Paul cambió de rumbo. La barca se enderezó, las velas flamearon. Mantuvo la dirección contra el viento y tensó la vela mayor. Luego giró lentamente el timón hacia el lado contrario y la barca cogió velocidad.
-¿Tienes miedo?-gritó él.
-No he chillado,¿no?
-Uno puede tener tanto miedo que no le salga ni un sonido.
-Pues tanto miedo no he tenido.
-Si quieres podemos dar la vuelta. Tú decides.
-Entonces quiero desembarcar en una isla.- La chica miró a su alrededor , y señaló algo justo delante de ellos-. Quiero desembarcar allí- dijo.
Era una isla muy pequeña. En algunas partes crecían pinos contrahechos. Todo el resto era roca y brezo. Cuando se encontraban muy cerca, se abrió ante ellos una bahía. Paul tomó ese rumbo y las velas aletearon porque el viento cambió de dirección. La chica se puso de pie en la proa. Tenía el cabo de amarre en la mano, lista para saltar. Paul ató la vela alrededor del mástil. La chica saltó, y él tuvo que agarrarse del mástil para no perder el equilibrio en el momento en que la barca chocó con la tierra. Saltó tras de ella. Se detuvo antes de acercarse, porque ella lo estaba mirando con sus ojos azules, los brazos levantados por encima de la cabeza y la punta de la cuerda en una mano, y él dudaba de haber visto jamás algo tan hermoso.

domingo, 3 de abril de 2011

Fragmento de "Veneno de Tarántula"- Julian Maclaren-Ross.

Nota del Autor

Varias de las personas que leyeron el manuscrito de esta historia pensaron que la elección del tema-la vida en el sur de Francia durante el verano del año 1930-exigía alguna explicación. El relato no tiene ribetes de actualidad. Entonces, ¿fue escrito a partir del sentimiento de culpa?¿O como una denuncia de esa "mala época de antaño" en la que uno vivía dedicado solo a los placeres?
      La respuesta a ambas preguntas es no. No me siento culpable; de ninguna manera soy responsable de la guerra y tengo pocas esperanzas de ser responsable de la paz; tampoco hallé particularmente placentero el tipo de vida que se describe en las páginas siguientes.